El Domingo de Ramos conmemoramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén; recibido por multitudes que agitaban ramas de palmera y cantaban ¡Hosanna!
Durante la Semana Santa, la Iglesia nos invita a caminar con Cristo a través de su Pasión, Muerte y Resurrección gloriosa en Domingo de Pascua.
El martes celebramos la Misa Crismal, cuando se bendicen el Sagrado Crisma, el Óleo de los Catecúmenos y el Óleo de los Enfermos. Para mí, siendo un obispo, este es un día especial ya que mis sacerdotes y yo celebramos el don del sacerdocio y reafirmamos las promesas que hicimos durante la ordenación.
El Jueves Santo nos reunimos por la noche para conmemorar cuando Jesús compartió su última cena de Pascua con sus discípulos y les lavó los pies, lo cual es una señal del ministerio de servicio de la Iglesia.
En esta noche, Cristo nos da la Sagrada Eucaristía - su preciosísimo cuerpo y sangre. Como católicos, creemos que la Eucaristía es la fuente y culmen de nuestra vida cristiana y es la presencia real de Cristo entre nosotros. En la Última Cena, Cristo instituyó el sacerdocio, ordenó a los primeros sacerdotes y les mandó hacer igual que él - llevar su palabra y la Eucaristía a los fieles.
El Viernes Santo nos reunimos para entrar en la Pasión del Señor mientras veneramos la cruz y recibimos la Sagrada Comunión, que fue consagrada la noche anterior. Al salir del santuario en silencio, contemplamos el sacrificio de Jesucristo, el Redentor del mundo.
El Sábado Santo, la iglesia se reúne por la noche para celebrar la Vigilia Pascual - la liturgia más importante de todo el año. Se enciende el fuego Pascual que penetra la oscuridad, se canta el Pregón Pascual y damos la bienvenida a la Iglesia a los nuevos miembros que son bautizados y confirmados. Y por primera vez, comparten en la Eucaristía en la mesa del Señor. A través de la celebración de la Eucaristía, nos convertimos en un solo Cuerpo Místico de Cristo. Este es en verdad un tiempo de gran alegría porque Cristo, que sufrió la cruz, ha vencido la muerte para siempre.
Hermanos y hermanas: durante esta Semana Santa, somos llamados a ser como nuestra Santísima Madre María, Simón de Cirene y las mujeres de Jerusalén, quienes acompañaron a Cristo en el camino de la cruz. También somos llamados a acompañarnos los unos a otros mientras cargamos nuestra cruz diaria, y dar testimonio de nuestra fe al experimentar los dones de la misericordia y el amor redentor de Cristo.
Que estos días sagrados estén llenos de oración, devoción y un corazón lleno de alegría, sabiendo que nuestro Salvador, Jesucristo, ha resucitado y permanece con nosotros siempre.
Invocando las bendiciones de Dios…. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo – AMEN.