A medida que el mes de junio llega a su fin, estoy agradecido por las numerosas celebraciones litúrgicas que celebré en nuestra diócesis. Diez Misas de Confirmación, numerosas Misas de Graduaciones y la ordenación de tres hombres al sacerdocio. El fin de semana pasado, lanzamos un Avivamiento Eucarístico de esta diócesis, llamando a los fieles a renovar su amor por Cristo en la Sagrada Eucaristía. Respondimos al llamado de llevar a Cristo a nuestras comunidades, familias, escuelas y lugares de trabajo. Mi más sincero agradecimiento a todos los que se reunieron ese día, sirviendo en sus diversos ministerios, como voluntarios y desafiando el calor, así como a los que se unieron a través de la transmisión en vivo; juntos, a través de nuestro Señor Jesucristo, nos convertimos en uno.
Este mes de junio también se cumplen 20 años de la promulgación de la Carta para la Protección de Niños y Jóvenes, un documento a través del cual la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos expresó su pesar y remordimiento por los abusos a menores perpetrados por el clero católico. Seguimos siendo llamados a enfrontar la dolorosa realidad que viven las víctimas y nos comprometemos a crear ambientes seguros para todas las personas, a responder a las denuncias de abuso sexual, a tender la mano a las víctimas y a cooperar con las autoridades.
En la Diócesis de Austin, nuestro compromiso de proteger a los niños, jóvenes y adultos vulnerables de ser lastimados dentro de la iglesia está dirigido por los Estatutos y por una política diocesana integral de Ética e Integridad en el Ministerio (EIM). Mantenemos nuestro compromiso de crear un ambiente seguro para los niños mediante programas de educación y prevención. Al establecer políticas que establecen claramente las normas de comportamiento en respecto el contacto con los menores de edad, seguimos implementando estas reglas con todo el clero, parroquia, escuela, empleados diocesanos y voluntarios que regularmente interactúan con menores de edad.
Nos hemos comprometido a asegurarnos el ser guiados por el Evangelio en protegernos los unos a los otros y de cuidar de la dignidad de la persona humana, de modo que podamos vivir verdaderamente nuestro tema de la Avivamiento Eucarístico: "Que todos sean uno" (JN 17:20).