Nuestros corazones sienten un profundo pesar al ver los rostros y al aprender acerca de las vidas de nuestros hermanos y hermanas de Uvalde quienes murieron a causa de otro acto de violencia sin sentido. En momentos como éste, nuestra fe nos mueve a orar por y con los demás. Los niños son un precioso regalo de Dios que debemos amar y proteger siempre. Estamos agradecidos por los profesores que se sacrificaron por sus alumnos, por las autoridades policiales y por los primeros intervinientes. Que las vidas de los niños asesinados, de sus profesores y de los heridos, y de todos los que se han visto profundamente afectados por este horrible suceso, conozcan la presencia amorosa de Dios, que nunca nos dejará solos para enfrentar nuestras dificultades.
Esta semana celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor – el día en que Jesús ascendió al cielo para sentarse a la derecha de Dios Padre. En esta solemnidad, reflexionamos sobre lo que hemos vivido en el tiempo de Pascua y nos preparamos para recibir con los brazos abiertos la misión de la Iglesia en Pentecostés. La ascensión de Cristo al cielo no significa que nos está abandonando, sino que Cristo está siempre con nosotros, especialmente cuando nos sustenta en la Eucaristía. Esta unión con Cristo en la Eucaristía también nos une en uno con los demás, el Cuerpo de Cristo.
El próximo lunes también celebramos la importante fiesta americana – Memorial Day o Día de la Conmemoración de los Caídos – un día para honrar a los soldados caídos que murieron sirviendo a su país y protegiendo nuestra libertad. Oramos por estos hombres y mujeres heroicos y por las familias que dejaron atrás y cuyas vidas cambiaron para siempre por su sacrificio.
Tengan la seguridad de mis oraciones por cada uno de ustedes.